¿Existe
algún arte de saber volver a los sitios? ¿Sería volver al lugar
sin demasiadas expectativas y con tranquilidad y paciencia? Quizás,
si no se encuentra esa tranquilidad, es mejor convertirse en pleno
huracán e ir rompiendo los órdenes antiguos. Pero... ¿que pasa si
los órdenes antiguos ya no son lo que conocías y en vez de que los
rompas tú, te rompen ellos a tí? ¡Precaución! También suele
pasar. Aunque sepas que el cambio es lo más propio de la vida misma.
Cada vuelta
es única y proporciona sus propias alegrías y penas. Hay sitios con
más cambio y movimiento y otros dónde la vida fluye con más
lentitud. Granada es el primer caso por excelencia. Cada año
académico abre sus puertas a gente nueva y se despide de los que ya
se tienen que ir. Es un sitio de paso, dónde el flujo de gente es
muy intenso. Uno se puede encontrar con la subcultura a su gusto. ¿Le
apetece un poco de mundo hippie, anarquista, pijo o prefiere la
serenidad de los hipsters? Encima, con una gran probabilidad habrán
uno o más componentes internacionales en el grupo. Parece ser una
maravilla. Lo malo empieza cuando tú te quedas y los otros se van.
Entablar amistades estables con gente que se quede más tiempo es
parecido a encontrar un tesoro.
Cuando aún
estos “tesoros” ya no están, resulta como mínimo inquietante.
Cuantas familias de amigos ya se tuvieron que separar y seguir cada
uno su propio camino. Y hay tantas historias de amor, o por lo menos
muchos microamores pasajeros. Es lo más natural en un lugar con
tanta gente joven que vienen a pasar un tiempo delimitado de sus
vidas. Por el camino a Granada dejan en los aviones y autobuses el
control social, que traían de sus casas, viniendo
a una ciudad encantadora dónde nadie les conoce. Las propias calles
y alrededores de Granada invitan a perderse en sus rincones
pintorescos y descubrirlos
sintiéndose uno aventurero. Es combinación
perfecta y hace que la ciudad esté cargada
con mucha magia. Dicha magia proviene
del encanto granaino entrelazado con
el hecho de ser un cruce en vidas de mucha gente de todo el mundo.
La vuelta a
un lugar así, tan repleto de muchas despedidas y reencuentros,
conmueve y desequilibra al principio. Sobre todo si muchas de las
“familias” de amigos ya no están. Sin embargo, te enseña. Te
enseña que en primer lugar te tienes que dar el tiempo para absorber
todo ese cambio y luego abrirse a lo nuevo.
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